miércoles, 9 de mayo de 2012

Sobre la educación artística en la universidad


Reflexionando acerca de lo que se ha de aprender hasta llegar a la universidad, en lo que a Educación Artística se refiere, parece que aunque el sistema actual sea criticable, dentro de unos parámetros de viabilidad las propuestas que se nos pudieran ocurrir no distarían demasiado de la educación que tanto nosotros como las generaciones cercanas hemos tenido. Sí habría matices, encaminados a fomentar aquella pasión, aquella pasión que parezca asomar de entre la compleja nebulosa de nuestras inquietudes, y sí que sería importante seguir fomentando sistemas de educación y de evaluación es lo que tuviera mayor cabida la creatividad y la imaginación, y no tanto la memoria y el estudio mecánico. Pero, para bien o para mal, esa responsabilidad cae, más que en el sistema educativo en su plano más macro, en la actitud y el sistema personal del profesor.

Pero, dejando de lado este tono tan crudo y tan generalista que me merecen las etapas previas a los estudios superiores, creo en que el descubrimiento, desarrollo y expansión de esa pasión podría y debería ser la base, mejor tarde que nunca, en la educación universitaria. Si la Educación Artística debe enseñarnos a ver, a hacer, a contextualizar, a aprender a aprender y a criticar, esos deberían ser los conocimientos que, aunque a lo largo de la carrera se fueran a seguir tratando y efectivamente por eso, se impartieran en el primer curso. Esas aptitudes, unidas o englobadas a las materias más generales de una ya específica disciplina como es el arte (por ejemplo: Historia del arte, Dibujo, Volumen, Color, etc.) serían los primeros pasos del camino de descubrimiento y crecimiento que el estudiante/artista habría de seguir, a lo largo de sus estudios, y del resto de su vida. Poner al alcance de las mentes activas e inquietas las distintas ramificaciones, las diversas técnicas y corrientes de las que consta el arte, sería descubrirle el abanico de posibilidades ya existentes para que él se planteara cuál o cuáles le interesaría abarcar.

Una vez superado ese primer curso, en el que de una manera más o menos global se le han dado a conocer las posibilidades que la carrera le plantea y aquellos objetivos que le serían útiles perseguir, creo que debería ponerse, cuanto antes, a desarrollar aquella corriente concreta en la que se vea con más fortuna, facilidad o comodidad. Así que en los siguientes cursos, como mínimo unos tres, emprendería esta labor, orientado por un tutor conocedor de la rama que el alumno hubiera escogido, para motivarle, orientarle, y maximizar su potencial, tratando de no despegarle demasiado los pies de la tierra.
Encontrar el estilo propio, desarrollarlo y mejorarlo, explotar aquello que lo hiciera especial, exponer y publicar, deberían ser las metas planteadas y evaluadas por el profesor, en un simple pero concreto “conseguido” o “pendiente de conseguir”, además de lo que me parece más importante, no tanto en esta carrera como en todas en su totalidad: que independientemente, el alumno fuera capaz de forjarse un sentido crítico. 

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