A la hora de hacer esta
reflexión, se nos plantea que contemplemos tres dimensiones distintas: el
cuerpo, el espíritu, y los conocimientos relativos al desenvolverse en sociedad
y la transmisión de los deberes. Así pues, tratamos de buscar los adjetivos que
queremos que ilustren a los individuos que conformen dicha sociedad hipotética.
Que tengan como estándar a seguir el derecho y propia responsabilidad de su
salud, con ganas de trascender a su propio contexto espacial y temporal, y
capaces de desenvolverse de forma práctica y desenvuelta con sus iguales. A mis
ojos, creo que tratando de sintetizar lo máximo posible, pero a la vez
contemplando unos parámetros dentro de lo realista, dichas cualidades que les
podríamos desear serían el civismo y la sensibilidad. El ser cívico, que
destila las capacidades necesarias para una óptima convivencia y crecimiento
interpersonal dentro de un colectivo, y el ser sensible, que le ayuda a captar
y a buscar los estímulos necesarios a desarrollarse en busca de algo más allá
que lo que es correcto o incorrecto de forma mecánica.
Porque, generalizando, para que
la sociedad sea estable lo han de ser las personas que la forman, y viceversa.